lunes, 12 de abril de 2010

Sensibilidad Química Múltiple: la cárcel más limpia del mundo


Una enfermedad polémica mantiene aisladas del mundo a cientos de miles de personas

Su organismo reacciona violentamente a casi cualquier elemento químico

Eva: "cuando los médicos no saben qué te pasa, te mandan al psiquiatra"


No puede ver a sus amigos ni a su familia, no puede comer casi nada, no puede oler casi nada, no puede tocar ni acercarse a casi nada. No sale. Si lo hace su cuerpo se llena de erupciones por todas partes, su estómago se parte en dos, se estriñe, tiene diarrea, le sangra la nariz, le falta el aire, se pone irascible, le cambia la voz, se le crea mucosidad en la gartanta, tiene taquicardia, le duelen los músculos, le fallan las piernas. Son síntomas recogidos en partes médicos en algunas de sus crisis. “Nuestra enfermedad no es psicológica. Si no fuera porque soy fuerte psicológicamente, ya me habría suicidado”, nos cuenta José Luis Aparicio por teléfono.

Como otras 300.000 personas en España, que lo sufren en diferente grado según datos el Hospital Clinic de Barcelona, José Luis tiene lo que se ha dado en llamar Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple (SQM). El organismo se vuelvehipersensible a elementos que el resto toleramos en bajas cantidades: a la lejía, a los cosméticos, a los disolventes, a las pinturas, a los detergentes, a ciertos tejidos, al humo, a la luz, a la música intensa. A casi todo. El cuerpo de José Luis tampoco tolera las ondas electrómagnéticas, no puede usar móviles.

La vida de los afectados por el SQM es la no-vida. José Luis vive en Vitoria y no puede salir a la calle si no es para ir al médico y con una mascarilla de silicona de doble filtro. “Si una persona quiere entrar en casa, tiene que seguir unas normas muy estrictas. Nada más entrar, tiene que quitarse toda la ropa y echarla a lavar o sacarla al balcón. Luego pasar por la ducha, lavarse con los jabones especiales, ponerse algo de ropa que mi organismo aguante”. Las cartas, los libros, el dinero cualquier cosa recién impresa debe pasar semanas o meses en el balcón, al sol, antes de que se atreva a tocarlos. “Algunos llevan ahí cerca de un año y todavía no los he podido leer”. Tampoco puede tener televisión.

“En estas condiciones no pueden venir ni mis amigos, ni mis hermanos, ni mis padres, que tienen ya 80 años y que siempre me he llevado tan bien con ellos. Eso es especialmente doloroso para mí”. Él ha cumplido ya los 40. “¿Y las relaciones sentimentales?”, nos atrevemos a preguntarle. “Pues a tomar por culo”, nos contesta por no decir ¿Y tú qué crees?.

“Y como con cualquier enfermedad crónica y grave”, luego empiezan a caer las fichas del dominó: “he desarrollado trastornos alimenticios, fibromialgia…”. José Luis titubea y deja de hablar al otro lado del teléfono. “Lo vamos a tener que dejar, no sabes lo cansado que resulta esto para mí…”. Pero quiere hablar y aguanta un poco más.

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